Lecturas del Antiguo Testamento
Lectura del libro del Génesis: 1, 26-28. 31a
Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó.” Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.” Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Lectura del libro del Génesis: 2, 18-24
El señor Dios se dijo: “No está bien que el hombre esté Solo; Voy a hacerle alguien como él que le ayude.” Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se lo para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo, pero no se encontraba ninguno como él que le ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre Adán un letargo; y el hombre se durmió- Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre haciendo una mujer. Y se la presentó al hombre. Y el hombre dijo: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será mujer, porque ha nacido del hombre.” Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.
Lectura del libro del Génesis: 24, 48-51. 58-67
En aquellos días, el criado de Abraham dijo a Labán: -Bendigo al Señor, Dios de mi amo Abraham, que me ha puesto en el buen camino para tomar a la hija del hermano de mi amo para su hijo. Ahora, decidme si estáis dispuestos a usar de favor y lealtad para con mi amo, y si no, decídmelo también, para que yo tire por la derecha o por la izquierda. Labán y Betuel respondieron: -Del Señor ha salido este asunto. Nosotros no podemos decirte está mal o está bien. Ahí delante tienes a Rebeca. Tómala y vete, y sea ella mujer del hijo de tu amo, como lo ha dicho el Señor Dios. Llamaron a Rebeca y le dijeron: -¿Te vas, con este hombre? Ella respondió: -Me voy. Entonces despidieron a su hermana Rebeca con su nodriza, y al criado de Abraham con sus hombres. Y bendijeron a Rebeca diciendo: -¡Oh hermana nuestra, que llegues a convertirte en millares de miríadas, y que tu descendencia conquiste las puertas de tus enemigos!. Se levantó Rebeca con sus doncellas y montadas en los camellos siguieron al hombre. El criado tomó a Rebeca y se fue. Entretanto, Isaac había venido al desierto del pozo de LajayRoí, pues habitaba en el país del Negueb. Una tarde había salido Isaac de paseo por el campo; al alzar la vista vio que venían unos camellos. Rebeca, a su vez, alzó los ojos, y viendo a Isaac, se apeó del camello y dijo al criado: -¿Quién es aquel hombre que viene por el campo a nuestro encuentro? El criado respondió: – Es mi señor. Entonces ella tomó el velo y se cubrió. El criado contó a Isaac todo lo que había hecho. Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de su madre Sara, la tomó por mujer y la amó tanto que se consoló de la muerte de su madre.
Lectura del libro de Tobías: 7, 9c-10. 11c-17
En aquellos días, Tobías dijo a Ragüel que lo invitaba a sentarse a comer: -No comeré aquí hoy y no beberé, si no respondes a mi pregunta y me prometes que me darás a tu hija Sara. Como Ragüel dudaba y no daba respuesta a Tobías, el ángel Rafael le dijo: -No temas dar a tu hija a Tobías; él es fiel a Dios y con él se debe casar tu hija. Por esto ningún otro puede casarse con ella. Ragüel contestó: -Ahora me doy Cuenta que Dios ha escuchado ¡ni oración y mis lágrimas y que os ha conducido a los dos hasta mí, a fin de que mi hija se case con un hombre de su tribu, según la ley de Moisés. Y ahora, Tobías, no vaciles: te la entrego. Tornó Ragüel la mano derecha de su hija y la puso en la de Tobías, diciendo: -El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob esté con vosotros, que el os una y que os colme de su bendición Y en una hoja se hizo el acta del matrimonio. Después hicieron el banquete de bodas, bendiciendo a Dios.
Lectura del libro de Tobías: 8,5-10
La noche de su boda, Tobías dijo a Sara: -Somos descendientes de un pueblo de santos, y no podemos unirnos como los paganos que no conocen a Dios. Se levantaron los dos y, juntos, se pusieron a orar con fervor. Pidieron a Dios su protección. Tobías dijo: -Señor, Dios de nuestros padres, que te bendigan el cielo y la tierra, el mar, las fuentes, los ríos y todas las criaturas que en ellos se encuentran. Tú hiciste a Adán del barro de la tierra y le diste a Eva como ayuda. Ahora, Señor, tú lo sabes: si yo me caso con esta hija de Israel, no es para satisfacer mis pasiones, sino solamente para fundar una familia en la que se bendiga tu nombre por siempre. Y Sara, a su vez, dijo: – Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión. Que los dos juntos vivamos felices hasta nuestra vejez.
Lecturas del Cantar de los cantares: 2, 8-10. 14. 16a; 8, 6-7a
La voz de mi Amado. Mirad: ya viene, saltando por los montes, brincando por las colinas; mi Amado es una gacela, es como un cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de una tapia; atisba por las ventanas, observa por las rejas. Mi Amado me habla así: «Levántate, Amada mía, hermosa mía, ven a mí. Paloma mía que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame con tu figura.» Mi amado es para mí y yo para él. Ponme como sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque el amor es fuerte como la muerte; el celo, obstinado como el infierno. Sus saetas son saetas de fuego. Las grandes aguas no pueden apagar el amor ni los ríos arrastrarlo.
Lectura del libro del Eclesiástico: 26, 1- 4, 16 – 21
Dichoso el marido de una mujer buena: se doblarán los años de su vida. La mujer hacendosa hace prosperar al marido, él cumplirá sus días en paz. Mujer buena es buen partido que recibe el que teme al Señor: sea rico o pobre, estará contento y tendrá cara alegre en toda sazón. Mujer hermosa deleita al marido; mujer prudente lo robustece; mujer discreta es don del Señor: no se paga un animo instruido; mujer modesta duplica su encanto: no hay belleza que pague un ánimo casto. El sol brilla en el cielo del Señor, la mujer bella, en su casa bien arreglada.
Lectura del profeta Jeremías: 31, 31 – 32ª. 33-34a
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Sino que así será mi alianza que haré con ellos, después de aquellos días –oráculo del Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande.
Lecturas de Cartas Apostólicas (Nuevo Testamento)
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos: 8, 31b-35. 37-39
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?, ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?. Pero en todo esto vencemos fácilmente por Aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor Nuestro.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos: 12, 1-2. 9-18
Hermanos: Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados, en el espíritu manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades del Pueblo de Dios; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde. No presumáis de listos. No devolváis a nadie mal por mal. Procurad la buena reputación entre la gente. En cuanto sea posible, por vuestra parte, estad en paz con todo el mundo.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios: 6, 13c-15a. 17-20.
Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con El. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿0 es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? El habita en vosotros, porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintos: 12, 31-13, 8a
Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de predicación y conocer todos los, secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montan-as; sino tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume, ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios: 5, 2ª. 21-23
Hermanos: Vivid en el amor, igual que Cristo nos ha amado y se ha entregado por nosotros. Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, él que es salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia, El se entregó a si mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante si gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie, jamás, ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses: 3, 12-17
Hermanos: Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y celebrad la Acción de Gracias: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Lectura de la primera carta de San Pedro: 3, 1-9
Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por palabras, sino por la conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior: en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abraham, llamándole señor. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor. De igual manera, vosotros, maridos, en la vida común, sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, respetándolas, ya que son también coherederas de la gracia de la Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo. Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan: 3, 18-24
Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto conocemos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante El, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios y cuanto pidamos lo recibiremos de El, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan: 4, 7-12
Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
Lectura del libro del Apocalipsis: 19, 1. 5-9a
Yo, Juan, oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: -Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios. Y salió una voz del trono que decía: -Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes. Y oí como el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: -Aleluya. Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Con alegría y regocijo démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura -el lino son las buenas acciones de los santos-. Luego me dice: -Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.
Salmos
Sal 32,12 y 18. 20-21.22
V. La misericordia del Señor llena la tierra. R. La misericordia del Señor llena la tierra. V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escogió como heredad. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan su misericordia. R. La misericordia del Señor llena la tierra. V. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos. R. La misericordia del Señor llena la tierra. V. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R. La misericordia del Señor llena la tierra.
Sal 33, 2-3. 3-5. 6-7. 8-9
V. Bendigo al Señor en todo momento. (o, Gustad y ved qué bueno es el Señor). R. Bendigo al Señor en todo momento. (o, Gustad y ved qué bueno es el Señor). V. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R. Bendigo al Señor en todo momento. (o, Gustad y ved qué bueno es el Señor). V. Proclamad conmigo la misericordia del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. R. Bendigo al Señor en todo momento. (o, Gustad y ved qué bueno es el Señor) V. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R. Bendigo al Señor en todo momento. (o, Gustad y ved qué bueno es el Señor) V. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R. Bendigo al Señor en todo momento. (o, Gustad y ved qué bueno es el Señor)
Sal 102, 1-2. 8 y 13, 17-18a
V. El Señor es compasivo y misericordioso (o, La misericordia del Señor dura por siempre sobre aquellos que le temen). R. El Señor es compasivo y misericordioso (o, La misericordia del Señor dura por siempre sobre aquellos que le temen) V. Bendice, alma mía, al, Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía al Señor, y no olvides sus beneficios. R. El Señor es compasivo y misericordioso (o, La misericordia del Señor dura por siempre sobre aquellos que le temen) V. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles. R. El Señor es compasivo y misericordioso (o, La misericordia del Señor dura por siempre sobre aquellos que le temen) V. La misericordia del Señor dura por siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza. R. El Señor es compasivo y misericordioso (o, La misericordia del Señor dura por siempre sobre aquellos que le temen)
Sal 111, 1-2. 3-4. 5-7ª. 7bc-8. 9
V. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor ( o, Aleluya). R. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor. (o, Aleluya). V. Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita. R. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor. (o, Aleluya). V. En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. R. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor. (o, Aleluya). V. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerde será perpetuo. R. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor. (o, Aleluya). V. No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor, hasta ver derrotados a sus enemigos. R. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor. (o, Aleluya). V. Reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta y alzará la frente con dignidad. R. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor. (o, Aleluya).
Sal 127, 1-2. 3-; 4-5
V. Dichosos los que temen al Señor (o, Esta es la bendición del hombre que teme al Señor). R. Dichosos los que temen al Señor (o, Esta es la bendición del hombre que teme al Señor). V. Dichoso el que terne al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R. Dichosos los que temen al Señor (o, Esta es la bendición del hombre que teme al Señor). V. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa. R. Dichosos los que temen al Señor (o, Esta es la bendición del hombre que teme al Señor). V. Estas es la bendición de hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén, todos los días de tu vida. R. Dichosos los que temen al Señor (o, Esta es la bendición del hombre que teme al Señor).
Sal 144, 8-9. 10 y 15. 17- 18
V. El Señor es bueno con todos. R. El Señor es bueno con todos. V. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R. El Señor es bueno con todos. V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo. R. El Señor es bueno con todos. V. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones. Cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R. El Señor es bueno con todos.
Sal 148, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12ab. 12c-14a
V. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya). R. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya). V. Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto; alabadlo, todos sus ángeles, alabad, todos sus ejércitos. R. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya). V. Alabadlo, sol y luna alabadlo, estrellas lucientes; alabadlo, espacios celestes, y aguas que cuelgan en el cielo. R. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya). V. Montes y todas las tierras, árboles frutales y cedros; fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan. R. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya). V. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo; los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. R. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya). V. Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Alabanza de todos sus fieles, de Israel su pueblo escogido. R. Alabad el nombre del Señor (o, Aleluya).
Lecturas del Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Mateo: 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándoles: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos Por causa de la justicia, porque lo ellos es el Reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo: 5, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué ha salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo- No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte: tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero, y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo: 7, 21. 24-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me dice “¡Señor, Señor!” Entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa; y se hundió totalmente. Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los letrados.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo: 19, 3-6
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: -¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? Él les respondió: -¿No habéis leído.que el Creador en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne»? De modo que ya no son dos sino una sola carne… Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo: 22, 35-40
En aquel tiempo, un fariseo, doctor de la ley preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: -Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le dijo: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: -Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos: 10, 6-9
En aquel tiempo, dijo Jesús: -Al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
Lectura del santo Evangelio según San Juan: 2, 1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino y la madre de Jesús le dice: -No les queda vino. Jesús le contesta: -Mujer, déjame: todavía no ha llegado mi hora. Su madre dice a los sirvientes: -Haced lo que él os diga. Había allí colocadas seis tinajas de -piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada Jesús les dice: -Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les manda: -Sacad ahora y llevádselo al mayordomo. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al novio y le dice: lo _Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos el malo; Tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora. Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
Lectura del santo Evangelio según San Juan: 15, 9-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de ni¡ Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado,
Lectura de santo Evangelio según San Juan: 15, 12-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Este es mi Mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien o he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure, de modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
Lectura del santo Evangelio según San Juan: 17, 20-26
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo: -No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú padre en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy, y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos.